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Mientras en Latinoamérica estamos hoy todavía paliando grandes brechas por cerrar en materia del acceso digital, producto de la baja conectividad existente en muchos países, y la falta de recursos económicos para capacitar y dotar a la población de infraestructura, por lo que estamos incursionando en espacios cuánticos de la mente, como la ‹‹trialéctica›› comunitaria, enfoque triádico aplicado al proceso psicopedagógico (metodología de la creatividad comunitaria, creada por De Gregori, en 1989, el Ciclo Cibernético de Feedback, que va más allá del método científico tradicional), o volviendo a los atajos de antaño como sería las ‹‹tradiciones cívicas›› (articulación de redes y asociaciones locales) –es el caso, por ejemplo, de Venezuela, donde se está implementado las ‹‹ciudades comunales››, las cuales buscan impulsar la organización, la planificación y la participación de los actores sociales que puede ayudar al fomento de la creatividad y la autogestión de la comunidad, lo que en su función grupal se reflejaría en un proceso del desarrollo local; aunque nuestras ciudades funcionan prácticamente sin energía eléctrica porque no hay un suministro continuo de la misma ni cobertura para toda el área urbana, ni siquiera con plantas a gasoil o gas, ya que no hay suficiente producción de gasolina ni gas, por lo que se tendrá que seguir cocinando con leña, además de que tampoco hay capacitación técnico científica para introducir el uso de la energía alternativa como la solar, ni motivación y recursos para innovar en el uso de las tecnologías sustitutivas–, en los países asiáticos –donde está surgiendo un importante segmento de mercado en entornos con conocimientos tecnológicos, a saber, la utilización de la RFID (radio frequency identification) y las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), y otras tecnologías de sensores inalámbricos que se están usando para aplicaciones de consumo en las casas– se están erigiendo las ‹‹ciudades inteligentes››.

Desde el inicio del acelerado proceso de globalización podría decirse que no hay ámbito de la sociedad que no haya sido modificado por la tecnología de las redes digitales, desde la economía hasta la política, pasando por la cultura y la educación. En este ensayo se analiza este proceso de globalización destacando su relación con el desarrollo humano y la promoción del desarrollo social. Al hacer —e impulsar programas, proyectos y acciones— posible la digitalización y la conectividad, las grandes transformaciones que han sufrido la ecología mediática y las prácticas culturales debido a la emergencia de nuevos medios digitales en red, se han convertido en campo para la investigación social, por lo que se debe explorar como un bien colectivo, incluso común, aunque en muchos casos lo proporcionen empresa privadas.

Difícilmente puede hacerse una lectura de los procesos de transformación global que han inducido cambios sociales en términos de dinámicas lineales, coherentes y con actores homogéneos (Coppelli, 2018) —puesto que la constitución de la realidad es transdisciplinar pues surge de un complejo fenómeno intersubjetivo entre la racionalidad de los sujetos y los objetos de comprensión e interpretación—, si previamente no se ha analizado la fenomenología de la actual situación de cambios de la sociedad global, en particular la histórica, dimensional y los efectos, cuya fluidez y desorden, el caos y la incertidumbre, son las relaciones de los nuevos procesos racionales que cuestionan su concepción.



Introducción


Otros filósofos, como el francés Jean-François Lyotard (Iriart, 1985; citado en Zambrano, 2020), considerado uno de los mentores de la llamada posmodernidad, considera igualmente que vivimos el “agotamiento del pensamiento (europeo) tradicional”; mientras que Lipovetsky (citado en Zambrano, 2012), plantea el postmodernismo como “la era del vacío”. Si las culturas incluyen oquedades y diferencias, si otros consideran los cambios de valores como una pérdida ante la incertidumbre de desconocer lo que viene, se trata entonces de intentar elaborar propuestas coherentes, y no quedarse en un discurso repleto de quejas que no conducen a ningún crecimiento y no resuelven nada. En esencia, el posmodernismo no fue más que la respuesta a la eclosión epistemológica del paradigma modernista, por su incapacidad al momento de explicar la realidad social creciente y compleja de la globalización que ya se dejaba sentir. Más aún, provee un nuevo impulso teórico para comprender las formas complejas bajo las cuales los grupos subordinados experimentan su fracaso, y dirige su atención hacia nuevas formas de entender y reestructurar los modos de la crítica. Desafortunadamente, la forma en la que comúnmente es usado el concepto por los radicales, sugiere una carencia de rigor intelectual y una sobredosis de descuido teórico. (Giroux, 2004).

Las reflexiones que dominan el actual discurso sobre la naturaleza de la condición humana en la sociedad neoliberal postmoderna se centran en la crítica al fracaso, para Lyotard, de las tres grandes concepciones humanistas que han guiado a las sociedades durante el último siglo y medio, a saber:

1) La política liberal y democrática, nacida de la Revolución francesa, que pretendía la igualdad social con el acceso a la educación, por lo que “la cultura formaría ciudadanos responsables, capaces de pronunciarse sobre el destino de la comunidad". Sin embargo, para el autor citado, a la hora de los resultados, considera que "nos encontramos con sociedades en las que la manipulación del poder y los medios han desplazado a la libertad de pensamiento y para la que la educación no ofrece una finalidad rentable ni operativa"; 2). La búsqueda del mejoramiento económico, a través del trabajo; y 3) Por último, Lyotard lleva la crítica al que considera el gran ideal emancipador de los últimos 100 años: el marxismo, del que asegura "se ha convertido en alimento de la policía política y la burocracia cínica en los países del Este, mientras que pierde credibilidad en Occidente". (En: Zambrano, 2020: 138-140). ).

Este dislocamiento interpretativo posmodernista de la realidad, a los efectos de superar el racionalismo instrumental de las ciencias positivas, sin negar que gracias a la posmodernidad se propicia la apertura del espacio multidisciplinar e interrelacionado de las Ciencias Sociales –a pesar del no reconocimiento de este fenómeno por varios autores como ya se ha visto–, es decir el hecho mismo de reconocer abiertamente la pluralidad y diversidad, implica que hay una ruptura con el modo de ver los hechos sociales desde el universalismo, la totalidad. Pero, más que, o al menos, proveer una explicación que considere las interrelaciones entre lo lógico y lo social, lo que a bien conllevó fue a un replanteamiento epistemológico, lo cual no significa, precisamente, avanzar desde las disciplinas particulares hacia la interdisciplinariedad y de ésta a la transdisciplinaridad, ya que aparecerán no sólo nuevos conceptos como lo son la multidisciplinaridad y pluridisciplinariedad que ayudarían a ello, sino que también intervienen otras corrientes recientes en las esferas del posmodernismo, como el constructivismo y el reflexivismo, puesto que en la posmodernidad se parte, precisamente, de la idea que los problemas sociales no pueden ser visto desde la totalidad. (Velásquez, 2009)

El enfoque conservador, positivista o evolucionista, desarrollista, funcionalista, pragmático, empirista o realista, es decir, la actitud asumida por quienes consideran que el mundo, la realidad o el objeto en estudio, es básicamente aceptable tal como existe y, en consecuencia, lo importante es revisar, corregir, evitar los conflictos o preservar el orden, es el de quienes conciben el mundo como definitivo y permanente y se acercan al problema u objeto en estudio (sea éste físico o social) de manera supuestamente objetiva, lo aíslan de su entorno y de su historia y, en consecuencia, asumen que se es neutral o imparcial en el estudio de los problemas. Que la realidad, tal como existe, es básicamente buena y sólo necesita de ajustes para que funcione mejor, es el postulado de la observación empírica, y el dato o información, precisa como determinante en la búsqueda de la verdad. Representantes o defensores muy conocidos de este enfoque son Augusto Comte (1934), Emile Durkheim (1956) o Mario Bunge (1983). (Citados en Morles, 2002)

El enfoque crítico, negativista (para oponerlo al positivista) o transformador (radical, cuestionador, contestatario, revolucionario o del conflicto), es el adoptado por quienes consideran que la realidad u objeto en estudio es casi siempre contradictorio y defectuoso y, en consecuencia, hay que pensar en transformarlo. Que las cosas pueden ser o deben hacerse de manera completamente distinta; que en problemas relacionados con el conocimiento lo determinante es la reflexión crítica, la teoría o la ruptura con lo prevaleciente. Representantes de este enfoque son, por ejemplo: Carlos Marx (1976), C. Wright Mills (1959), Paúl Feyarabend (1981), Steve Woolgar (1991) u Orlando Fals Borda (1992).( Ídem ).

El primer enfoque está relacionado generalmente con visiones de corto plazo, con las proposiciones de cambios graduales o evolutivos y con investigaciones focalizadas, cuantitativas y experimentales, y por tanto, el eje central del debate sobre la polémica entre la modernidad y la posmodernidad se va a centrar entre los impulsores de la Ilustración moderna (del XVIII hasta nuestros días) y entre los que se puede citar a Rousseau, Kant, Marx y toda la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt y los defensores de la "posmodernidad" que arranca en realidad de F. Nietzsche y sigue sobre todo en nuestra época con las teorías de M. Foucault, J.Derrida, G.Vattimo, J.Baudrillard, J.Lyotard y , en ciertos sentidos, Richard Rorty (citados en Cifuentes, 2013:47). Según el campo del conocimiento en el cual se trabaje, el primer enfoque se vincula con escuelas de pensamiento tales como el empirismo, el funcionalismo, el evolucionismo, el economicismo, el conductismo, el operacionalismo, el neoliberalismo o el cientificismo.

El estructuralismo y el funcionalismo siguen rigiendo, en proporción, las interpretaciones cualitativas que tienen como base la teoría positivista y organicista de Spencer, la acción social de Max Weber, y otras. Son dos concepciones que van siempre unidas al realizar análisis de los fenómenos del cambio social. Sobre esta corriente funcional-estructuralista podemos criticar el no estimar los conflictos, los cambios sociales, el problema del poder y sobre todo la cuestión económica. Ambas teorías tienen el problema de ser históricas y críticas pero de carácter reformistas sobre el sistema social. Más bien, se han encargado de justificar y mantener el orden existente de la sociedad Occidental. Siguen predominando y siendo bases de nuevos aportes. Freire (1970) propone que la combinación entre teoría crítica, análisis situacional y acción, crean una fructífera dialéctica para la construcción de conocimiento, la que, en la práctica, es sistemáticamente examinada, alterada y expandida con la comunicación para el cambio social (citado en Zambrano, 2012).

Mientras que el segundo enfoque se relaciona con rupturas (Bachelard, 1973), visiones transdisciplinarias o estrategias de largo alcance, e incluye otros como el marxismo, el anarquismo, el utopismo o las teorías del conflicto, las cuales tienden a hacer énfasis en los estudios cualitativos, la teorización, el uso de la intuición, el compromiso social y a la proposición de cambios profundos. El primero cree en los cambios dentro del sistema; el segundo busca los cambios del sistema. En ciencias sociales, por ejemplo, el funcionalista está interesado en contribuir a mantener el orden, mientras que el crítico considera que los conflictos y contradicciones son el motor de los cambios. La experiencia, o praxis, se refiere al hecho de lograr conocimientos nuevos o resolver problemas dando primacía al contacto directo u observación de la realidad. Es el fundamento de la ciencia moderna y particularmente del método científico. Como método de lograr la verdad, la experiencia se contrapone a la fe (propia de la religión) y al principio de autoridad, característico de todo sistema o teoría doctrinario o dogmático. La experiencia es sistematización y sofisticación del método de ensayo-error. Su base filosófica está en el empirismo, que dio origen a la ciencia moderna. Esta vía da lugar a los llamados métodos empíricos: observación, experimentación, investigación de campo, investigación documental, construcción de modelos o prototipos, entre otros.

La globalización como fenómeno histórico-diacrónico surge en los años noventa, pero su eclosión venía siendo gestada desde los años setenta –cuando el mundo capitalista vive profundas crisis-- y ochenta, como un proceso de transformaciones y ajustes económicos estructurales, impulsado por las sociedades avanzadas, que llevan a los países desarrollados, nada menos que a una nueva revolución industrial y tecnológica (con el desarrollo de la informática –sobre todo las TIC o tecnologías de la información y la comunicación–, la ingeniería genética y aeroespacial, aunque es en el sector de las finanzas y las comunicaciones donde la globalización se ha hecho sentir más fuertemente). Mientras que, en los países en desarrollo, se aplica una política de ajustes macroeconómicos, basada en la puesta en práctica de reformas neoliberales guiadas por organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). (Zambrano, 2004).

Los procesos de globalización y regionalización son a la vez interdependientes y divergentes, por lo que manifiestan la necesidad de investigaciones relativas a su carácter, esto es, de análisis espaciales que busquen armonizar los mecanismos y estrategias que de ellos emanan. Situaciones como que no existe una complementación correlacional, es decir, competitiva, en relación a la especialización de cada uno de ellos; no existe beneficios equitativos en vista de dicha especialización y, por tanto, existen riesgos; no existe tal homogenización como la llamada ‹‹Aldea Global››; en fin, que no hay las mismas oportunidades para todas la naciones y habitantes del planeta en el marco del llamado mercado mundial y de la sociedad global, sugiere el reconocimiento de asimetrías que deben ser abordadas, al igual que definiciones claras, para dar un cuerpo conceptual coherente, con sus propias teorías, a estas nuevas realidades (Zambrano, 2019), y constituyen la propuesta en boga para atender el despliegue de las potencialidades de una sociedad frente al discurso del desarrollo anclado en la globalización y su pretendida homogeneización del conocimiento y la tecnología.

Al mencionar la postmodernidad, no se hace referencia a una corriente de pensamiento posterior al modernismo. En realidad, el prefijo post, más que tiempo denota oposición. Este cambio de valores, no es aceptado por todos los pensadores actuales del mismo modo, y es así como algunos –Benko (1970; citado en Zambrano, 2012) va más allá, al señalar que el investigador de la sociedad global debe asumir una actitud próxima a la duda respecto a todos los valores e implica necesariamente un elemento de objetivación, de «planetarización», porque supone en la percepción/acción investigativa una visión holística y actitud de crítica desde el comienzo— hablan de la pérdida o falta de valores, ya que están negados a ver que se trata de un cambio, de una crisis, por lo tanto de un crecimiento.

Por el contrario, el llamado postmodernismo nos hace más frágiles ya que reside en el predominio de lo individual sobre lo universal, de lo psicológico sobre lo ideológico, de la comunicación sobre la politización, de la diversidad sobre la homogeneidad, de lo permisivo, sobre lo coercitivo; frente a la razón totalizante, el pensamiento débil; frente a los valores absolutos, el politeísmo de valores; frente a la uniformidad, la diferencia; frente al colapso global, la “normalidad progresiva”…; en oposición a los tiempos de la modernidad, que tienen como punto de referencia la revolución copernicana, y que lleva a Descartes a ubicar al hombre como piedra angular del ‘pensar’, donde se coloca en escena a la razón, y que no fue sino una falla conceptual que sirvió para dar otra vuelta de rueda al pensamiento evolucionista-reduccionista-determinista de la racionalidad del liberalismo que ya se vislumbraba.

El mundo se ha vuelto complejo y un tanto difuso; los actores se han multiplicado y la llegada del nuevo milenio ofrece un tiempo propicio para evaluar si los elementos más significativos de la educación en los últimos años del siglo XX, que se estaban discutiendo como revisiones curriculares, reformas educativas y de adaptación a los nuevos tiempos de globalización que ya regían, están acordes con la necesidad que ya marcha con el nuevo siglo. Por otro lado, el fortalecimiento y desarrollo de las nuevas tecnologías, como las tecnologías de información (TIC) y la biotecnología, son elementos fundamentales para impulsar los procesos de innovación alrededor de proyectos específicos, encaminados a aprovechar las oportunidades de desarrollo competitivo del país, con claras ventajas comparativas (es cabeza de playa del subcontinente y poseedor de fuentes diversas de materias primas), y amplios espacios, al sur del Orinoco, que induzcan potenciales impactos que busquen resultados en cortos y largos plazo.

Sin embargo, no hay que perder de vista que el mismo escenario que permite este crecimiento (la globalización, la apertura de los mercados, el acceso a la información y a la tecnología desarrollada en otras regiones) hace que los países sean más vulnerables frente a inestabilidades y cambios en la economía internacional, los cuales se propagan rápidamente en el sistema global a pesar de la aparente eficacia de las estrategias y de los procesos locales de innovación a escala nacional o regional. Las políticas nacionales deben tomar en cuenta el impacto posible de una apertura, dadas las enormes brechas de desarrollo y las desiguales capacidades existentes actualmente entre los países.


Incertidumbres y Certezas

Cabe observar que los conocimientos tienen dos caras, una sola de las cuales –la faz del conocimiento como representación (busca ante todo comunicarse, a través de ideas y símbolos, y obtener el reconocimiento de los demás productores al interior de las respectivas comunidades disciplinarias)- es centro de las discusiones sobre su utilización e incidencia en las decisiones. En cambio, la otra cara, la que en común se halla oculta, es la del conocimiento como disposiciones y destrezas que permiten a su poseedor o actor un actuar informado, una práctica específica. (…) (Brunner, 1996:146). Desde cualquiera de ambos lados, el conocimiento es un material intangible que adquiere sentido interactivamente y se ‹‹realiza››, por así decir, solamente a través de la interacción, Desde este punto de vista, nunca deja de ser utilizado.

Aquí, no obstante, nos interesa sólo una clase de conocimiento –aquel producido por medio de la investigación social– y una sola dimensión de su utilización –la del conocimiento-destreza–, aquella que es practicada y su utilización se halla determinada por una estructura ‹‹arenosa›› de oportunidades (“diversas arenas” o campos de aplicación) que está siempre más próxima al polo de la acción, donde se deciden asuntos que son objeto de la atención y el trabajo de los investigadores. Sin embargo, estos últimos están viendo cambiar rápidamente su rol y su identidad profesional producto del déficit de adecuación de las prácticas ‹‹clásicas›› (o académicas) de investigación, mientras aumenta la velocidad de los tráficos del conocimiento y la información, sea al momento de su gestación, circulación o incorporación a una variedad de ‹‹arenas movedizas›› de decisión.

En un mundo que se desea afectar mediante la investigación, y donde la cuestión esencial ha sido siempre cómo explicar el mundo social en orden de transformarlo, confrontados al hecho de que el conocimiento del que somos portadores está en alta demanda y se diversifica aceleradamente, al mismo tiempo que empieza a ser instrumentalizado por una variedad de agentes que difícilmente se acomodan a la tradicional praxis del investigador social, los cambios intensos que experimenta la sociedad global por globalización de los mercados y la revolución de las TIC en curso, hace que, desde ya, y cada vez con mayor nitidez sobre su marcha, se perfilen tres (3) grandes categorías ocupacionales (Reich, 1992): servicios rutinarios de producción, servicios personales y servicios analítico-simbólicos. (Citado en Brunner, 2996:117).

Más allá de las posibles clasificaciones (ver Figura 1), aquí interesa solamente la última categoría, que comprende el conjunto de actividades que tienen que ver con la identificación, la solución y el arbitraje de problemas mediante la manipulación de conocimientos. Por lo tanto, se decidió trabajar con tres (2) ejes relacionados con la deslocalización cultural; y la socialización y la ubicuidad, en muchos casos solapados, que describieran la significación con algunos matices.


Figura 1:


Abordaje de la Exploración de los Procesos de Utilización de Conocimientos e Investigación


Analizar el servicio analítico-simbólico supuso en primer lugar un problema metodológico ya que el abordaje de los procesos de utilización de conocimientos e investigación son complicados. En un lado, la noción pedagógica de su difusión, la cual es muy prolífica y tampoco es mi campo. Por lo tanto, las apreciaciones a formular las daré a partir de estudios sobre la participación de los investigadores educacionales en los procesos de formulación y decisión de políticas, y de mi experiencia en el campo de la investigación social. En el otro, las implicaciones de la política de implementación, la cual involucra modelos de concebir su incorporación a los procesos de decisión. También aquí coexisten dos visiones básicas -o paradigmas- que postulan manejar, y prescriben cómo operar, la relación entre conocimientos y procesos de decisión pública. (…)

En este sentido, Brunner (1966) ubica, de un lado las posiciones que se afianzan en “un verdadero acto de fe en las ciencias”, al cual cataloga de ‹‹modelo iluminista››. Estas, a decir del autor, se encaminan en una actitud “favorable a la ingeniería pública y social”. Se busca resolver problemas de control simbólico de la población, poniendo énfasis en la necesidad de racionalizar los procesos de decisión y coordinación, mediante la incorporación de componentes de información y conocimiento producidos por la investigación social. Según los estudios disponibles, las expectativas generadas por esta visión sobrepasan con mucho su efectividad empíricamente constatada, ya que un problema o asunto cuya resolución dependa en cierta medida al menos de mayor información, que calcen con las circunstancias dentro de las cuales la decisión será hecha, y que no entren en conflicto con intereses políticos fuertes, para que ocurra esa aplicación directa de conocimientos a decisiones pendientes se requiere un conjunto extraordinario y concatenado de circunstancias que difícilmente concurren en la práctica. (Brunner, 1996:111).

Por el otro, Brunner destaca lo que denomina ‹‹autorregulación de la sociedad››:

…el cual supone una concepción diversificada del conocimiento, una valoración de las prácticas locales que llevan a adoptar decisiones y conduce, por lo mismo, a una actitud escéptica frente a las pretensiones de la ingeniería política y social. (p.110)

Por esa vía, de la investigación que provea esa información, se espera elevar los niveles de productividad y adaptación de los sistemas y dar una autoconducción negociada a dichos sistemas. En dichas investigaciones participan múltiples actores, todos ellos dotados de conocimiento local, información parcial y un capital acumulado de prácticas que, “al ponerlos en juego interactivamente busca arribar a la ‹‹solución›› del problema, que puede consistir nada más que en su desplazamiento, transformación o simplemente en ‹‹pasar›› a través de él conforme los actores se las van arreglando” (Ibíd., p.112), es decir resolver problemas a la manera del ‹‹muddling through›› (procesos de ‹‹embarrados›› o ‹‹con embarradas››).

Desde el punto de vista estratégico, este modelo involucra los agentes –incluyendo los funcionarios decisorios- que producen interactivamente ciertos arreglos más o menos eficientes, para lo cual utilizan información y conocimientos tamizados por ‹‹consideraciones instrumentales››, que podrían llegar a inducir, limitadamente, en los procesos de toma de decisiones y ‹‹solución de problemas››.

Por ejemplo, Italia, Japón, la República de Corea (en Corea del Sur y Japón ha sido el resultado, entre otras cosas, de un proceso único de adopción de un consenso entre los sectores público y privado, que ha configurado la política gubernamental para fomentar la sociedad de la información) y Singapur, que adoptaron en una fase temprana, las tecnologías móviles y ubicuas de la tercera generación, están a la vanguardia en el uso de esta tecnología. Hoy se presentan novedosas alternativas al aprendizaje electrónico a partir de la utilización de la tecnología móvil, es el caso del aprendizaje móvil. Sin embargo, con este elemento no es suficiente, es necesario combinarlo con otras tecnologías y situaciones de enseñanza, es esta la instancia denominada <>.

● Análisis de la deslocalización cultural

Tal como aclara Mario Dehter (2014), como efecto colateral de la globalización muchos suponen que se deslocaliza la cultura local. Producto de la deslocalización cultural, para el crítico argentino, quizás por eso el “efecto gangnam style” resulte otra manera de apreciar por qué hoy importa más nuestro e-mail o nuestros ID en LinkedIn, Google, Facebook y en Twitter que nuestra dirección postal, nuestro teléfono e incluso nuestro DNI:

Cada uno de nosotros, como individuos entrelazados en la sociedad global, estamos más definidos por las redes a las que estamos vinculados y lo que compartimos, que por nuestros antecedentes familiares, títulos o actividades profesionales.

La globalización expresa no sólo un proceso de globalización económica, sino igualmente cultural, caracterizado, desde este último contexto, por un debate permanente que se desarrolla dentro de continuos que van desde la lógica de la racionalidad económica hasta el progresismo cultural de la sociedad, dadas las profundas implicaciones del fenómeno globalizador en la complejidad identitaria y educativa del individuo. Estos factores sociopolíticos y culturales son vertientes, precisamente, del marketing consumista y político-electoral de las estrategias manipuladoras desarrolladas por las corporaciones del mercado de inversiones del capital desarrollista global.

Así, en este marco de referencia epistémico, solucionar dentro de un sistema democrático los problemas de los efectos distributivos sociales y ambientales perniciosos que provocan sus implicaciones socio-culturales, asegurando la primacía de los gobiernos nacionales y locales como los pilares de la gobernabilidad económica global, cuyos asesores, consultores y profesionales de la manipulación del conocimiento analítico-simbólico son el staff profesional empresarial que demandan, es la tarea, desde una perspectiva crítica interpretativa, que debe abocar la actividad intelectual de la investigación social.

Si la construcción de la realidad es sinónima con la construcción de conocimiento, y a la vez es sinónima con el cambio, entonces se puede constatar definitivamente que antes de analizar y generar experiencias es imposible definir un resultado. La idea, o mejor dicho, las ideas -múltiples, de diferente procedencia- sobre el rediseño curricular o a los desafíos didácticos vinculados al desarrollo vertiginoso de la globalización económica y multidimensional de las TIC, parecen confluir en un hasta ahora no definido, mucho menos delimitado, marco conceptual en cuanto a su aplicabilidad socio-política. La preocupación proviene, además, de la necesidad de re-definir los contenidos socializadores –valores, normas y actitudes- que definen la democracia de las sociedades contemporáneas, a través de una genérica señalización de la desestructuración de la cuestión sociopolítica y cultural.

● Análisis del déficit de socialización

Los cambios introducidos por las nuevas tecnologías de comunicación crean una nueva cultura, basada en la automatización del conocimiento y en su transmisión global instantánea. Con ello se da paso a los procesos virtuales, desaparecen el tiempo y la distancia, cambia el ritmo de producción, la vida se modifica y se modifica el metabolismo social y económico, al igual que las relaciones de poder. Ahora, ¿a qué lleva este cambio de metabolismo?

Los cambios en las relaciones de poder y en las relaciones de producción provocan modificaciones sustanciales en el terreno de las relaciones de experiencia que singularizan la vida de los ciudadanos de la era de la información y que tiene que ver con la transformación de los escenarios cercanos de socialización. Estos escenarios, que tradicionalmente han moldeado la socialización, como el hogar (la familia), el grupo de iguales (vecindad), el pueblo o el barrio, la escuela y la empresa (el trabajo), han sufrido modificaciones importantes tanto en su configuración interna como sobre todo en su posición relativa y en su función como plataformas de socialización de las nuevas generaciones de la era digital.

El cambio que identifica mejor la transformación sustancial de la vida cotidiana se refiere a la omnipresencia de la información como entorno simbólico de socialización: “Vivimos en un entorno fundamentalmente simbólico. Como afirma Castells (citado por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente: ITESO, 2013), en la economía contemporánea el trabajo no cualificado y las materias primas dejan de ocupar un lugar tan estratégico como en el pasado”. Por otra parte, la televisión, los terminales y pantallas en general, los videojuegos y las redes sociales virtuales se han constituido en el más influyente contexto de socialización, el escenario cercano que sustituyó el rol formador de la familia y también de la escuela, que rodeaba el desarrollo y crecimiento de los individuos, y condiciona ahora con fuerza y perseverancia la formación, de manera muy especial en la etapa de la adolescencia, de sus opiniones, creencias, intereses y tendencias, creando una socialización más plural, pero también a veces incompatible con los propios presupuestos, valores y propósitos. En especial, según el ITESO (2013), el déficit de los procesos actuales de socialización se ubica fundamentalmente en el territorio de los sentimientos, valores y conductas.

La erosión de la capacidad socializadora no sólo de las instituciones educativas sino del conjunto de instituciones clásicamente responsables de esta función, es lo que podría llamarse el ‹‹déficit de socialización›› que caracteriza a la sociedad actual. Básicamente, vivimos un periodo en el cual las instituciones educativas tradicionales –la familia y la escuela— están perdiendo capacidad para transmitir valores y pautas culturales. Esta pérdida de capacidad viene de una crisis institucional que ya se reflejaba en el último tercio del siglo pasado, puesto que es bien sabido que la cultura escolar se venía aislando significativamente de la cultura social y que frente al dinamismo del cambio social, permanecía estática e inmutable. Pero la pérdida de esa capacidad socializadora, —y que no es sólo de aquellas instituciones formales— afecta no solamente a las mismas sino que se refleja también en la sociedad en general, enfatizada sobre todo en la transculturización y el deterioro de los sistemas de valores, promovida por la modernización. Para decirlo en pocas palabras, el ‹‹déficit de socialización›› producido por los cambios en la escuela y en la familia, en el cual los contenidos de la formación cultural básica, de la socialización educativa primaria y del hogar, comienzan a ser transmitidos sin tanta dimensión afectiva como tradicionalmente lo era en el pasado, no ha sido cubierto por los nuevos agentes de socialización: los medios masivos de comunicación.

Obviamente, los medios de comunicación social, y en especial la televisión, no han sido diseñados como agencias encargadas de la formación moral y cultural de las persona, a pesar de que sí transmiten programas de formación cultural y valores humanos, entre la diversidad de recreaciones que brindan más allá de su rol publicitario y de entretenimiento. Al contrario, como bien lo resalta Tedesco (1996:82), “su diseño y su evolución suponen que dicha formación ya está adquirida y, por eso, la tendencia actual de los medios consiste en depositar en los ciudadanos mismos, la elección de los mensajes que quieren recibir”.

Las transformaciones sociales han menoscabado las bases no sólo del Estado, la sociedad, sino igualmente de las identidades tradicionales, los valores y fundamentos, ya sean de tipo profesional (desaparición de los oficios, cambios profundos y permanentes de las áreas laborales, necesidad de reconversión profesional permanente), de tipo espacial (migraciones, movilidad espacial o territorial) o de tipo político. El cambio, acelerado y profundo, ha conllevado a lo que algunos analistas definen como la pérdida de continuidad histórica (Tedesco (1996). Esta aparición fenomenológica de ‹‹falta del sentido››, al menos a nivel de los Estados-nación (más adelante veremos la relación del Estado democrático y su rol formacionalen la era digital), no es un problema local sino universal, en vista del proceso de transculturación (término antropológico introducido por el cubano Fernando Ortíz, citado en Aguirre, 2018) promovido fundamentalmente por las TIC, bajo la cual se transmiten los cursos y rumbos de la cultura y valores de la sociedad global como parte de nuevas condiciones culturales, donde el intercambio entre culturas se vuelve una “necesidad” con claras hegemonías —de desenvolvimiento de ciertas dinámicas de dominación cultural invisibilizadas— en el marco de una circulación “global”.

Los cambios culturales representan los cambios en la historia, como fue la cultura de la sociedad agraria que evolucionó hacia la cultura de la sociedad industrial, o la colonización de África y América, que implicó la aculturación de las comunidades autóctonas. Sin embargo, nada como lo que está sucediendo con la aparición del Internet. En efecto, y de acuerdo a Arturo Escobar (citado en Aguirre, 2018):

…el lenguaje de la complejidad presente –tal vez– esté señalando que es posible para la(s) tecnociencia(s) y, en específico, para la cibercultura contribuir al diseño de otras formas de vida y de mecanismos de estructuración de la vida y del mundo. Se trata de posibilidades de repensar lo que circula en la red, muy marcado y condicionado por intereses económicos de lógica neoliberal; donde el mercado, rige y reina en lo que subyace y predomina en las redes. Se trata de hegemonías invisibles que circulan y formatean modos de hacer, de interactuar y de pensar. (p.133)

● Análisis de la ubicuidad

A continuación presentamos un análisis sobre los enfoques teóricos que contribuirán con la comprensión del fenómeno. Seguidamente, profundizaremos en el concepto de ubicuidad educacional y la relación simbiótica entre el Estado y su rol formacional, en cuanto estructura formal que ostenta el ámbito educativo organizado. Y para finalizar, precisaremos la relación que existe entre utilización de conocimientos e investigación.

¿Qué es la ubicuidad?

Para entender este punto, hay que referir de entrada que la ubicuidad espacial es el goce virtual de estar “…en cualquier lugar”. Es decir, ya no estamos conectados con toda la información disponible en el mundo digital sólo cuando enciendes la computadora, bien sea en el hogar o el trabajo; lo estamos con el móvil, tablet, smartwatch, en el café-Internet, el hotel, el auto, entre otros.

En el uso cotidiano, la palabra “ubicuidad”, alude, por lo tanto, a la omnipresencia, a la posibilidad de estar en varios lugares simultáneamente desafiando las limitaciones impuestas por el entorno físico. Consecuentemente, la ubicuidad supone una especial capacidad para la flexibilidad y la adaptación a contextos diversos y en constante movimiento. El término, puede sugerir adicionalmente, la necesidad de una capacidad para reconocer pertinentemente un contexto, valorarlo y saber cómo actuar en él. En concreto, vivimos en un mundo de conexiones, donde los demás están omnipresente en nuestras vidas, al cual también se han sumado las cosas a través de la telefonía móvil, la informática inteligente o APP (abreviatura de la palabra inglesa Application: la app, es una aplicación de software diseñada para ejecutarse en los smartphones -teléfonos inteligentes-, tabletas y otros dispositivos móviles).

En forma genérica se define al aprendizaje ubicuo (u-learning) como un sistema de aprendizaje en línea (o e-learning) que permite al individuo aprender en cualquier momento y lugar en donde pueda llevar un dispositivo electrónico móvil (Jones y Jo 2004, citado por Villa Martínez et al, 2010. En: Caldeiro y Schwartzman, 2013). Pero el acceso continuo a la información supone o implica que los demás también tienen acceso constante a dichos dispositivos, ya que, las redes nos ponen al alcance de los demás.

Pero además, como afirma Burbules (2012), para que el aprendizaje sea ubicuo, se requiere una experiencia más distribuida en el espacio y el tiempo. Sin embargo, aún son pocas las precisiones disponibles teóricamente por lo que nos proponemos revisar con mayor profundidad el sentido que le damos al término “ubicuidad” y sus implicancias en materia de aprendizajes.

Así, la ubicuidad en el proceso de aprendizaje, requiere considerar la masificación del uso de los llamados dispositivos móviles (digitales, portátiles, con acceso a Internet y capacidad multimedia). Hay que entender, entonces, que el concepto de aprendizaje ubicuo se vincula a tres categorías relacionadas: lo disperso, en donde el volumen de los contenidos publicados tiene su correlato en la difusión (en ocasiones “viral”), la no jerarquización y la fragmentación; lo efímero, en donde la circulación marca un ritmo acelerado que torna a lo novedoso en algo rápido y fugaz; y lo importante, que refiere básicamente al criterio que permite, simultáneamente, focalizar y/o descartar.

De las vinculaciones entre estas categorías surgen las posibles intersecciones que se articulan como retos educacionales en tiempos de globalización y democracia, resumidos en torno de una pregunta central: ¿cómo construir propuestas educativas valiosas y conceptualmente validas en tiempos de ubicuidad y crisis de mutación de normas, valores y gobernabilidad? (Ver Figura 2). El desarrollo vertiginoso de los medios de comunicación y en general las tecnologías hacen pensar que no se trata sólo de adquirir equipamiento y modernizar las instalaciones y las redes locales, sino de incorporar nuevos conceptos de producción y servicios, una nueva visión del mundo, de la sociedad y del trabajo, pues los nuevos escenarios así lo exigen.

Figura 2:

A partir de un análisis del ecosistema de medios, es innegable que en los últimos 25 años la ‘mediasfera’ ha sufrido un proceso acelerado de mutación. Los diseñadores de la comunicación han convertido, literalmente, todo en símbolos y palabras. Esta realidad ha sido mapeada por algunos investigadores de los medios de información, entre ellos Orihuela (2002; en: Arriaza, 2015). Según este autor, destacado por un esclarecedor texto que, a ya casi dos décadas después, sigue manteniendo la validez analítica, la gran mutación mediática se podía sintetizar en 10 transformaciones: desde audiencia a usuario; desde medio a contenido; de soporte/formato a multimedia; de periodicidad a tiempo real; de escasez a abundancia; de intermediación a desintermediación; de distribución a acceso; de unidireccionalidad a interactividad; de lineal a hipertexto, y de información a conocimiento. (Arriaza, 2015).

La dimensión algorítmica como lógica de exclusión en el nuevo paradigma, es vista como un obstáculo para las nuevas convergencias y las dinámicas sociales autónomas y, al mismo tiempo, como una especie de ‘censura invisible’ que modela el nuevo sistema, su apertura y su democratización, y lejos del otrora tranquilo y seguro universo analógico, ya sea en el plano de la privacidad y la protección de datos personales, ya sea en el acceso a la información y el conocimiento o incluso en los tradicionales dominios del periodismo y las redes de noticias, lo digital sigue produciendo inquietud a la vez que fascinación.

En el curso de los últimos años se ha prestado creciente atención a la idea de “comunicaciones ubicuas”. La expresión ‹‹informática ubicua›› fue acuñada en 1991 por Mark Weiser (OIT., 2005), quien tuvo la visión de un mundo en el cual las tecnologías “se entrelazan a sí mismas en el tejido de la vida diaria hasta que resulta imposible distinguirlas de la misma”. La educación misma debe convertirse en un proceso en red, uno en el que la escuela y el aula sean centrales, pero no aisladas de otros actores, por lo que deben adaptarse a la rápida evolución de la enseñanza y del ambiente de aprendizaje virtual e interactivo.



● Ubicuidad educacional, cibernética social y relación simbiótica Estado democrático—Rol formacional



En los países asiáticos está surgiendo un importante segmento de mercado en entornos con conocimientos tecnológicos, a saber, la utilización de la RFID (radio frequency identification) y otras tecnologías de comunicaciones y sensores inalámbricos para aplicaciones de consumo tales como las casas y las ciudades inteligentes. Hay un considerable interés en introducir las funcionalidades de la RFID en la construcción de nuevos paisajes urbanos y en aplicaciones de consumo, y hay quienes subrayan la importancia de establecer una distinción entre las aplicaciones RFID actuales y las futuras tecnologías de radiocomunicaciones en nanoescalas o derivadas de los sensores.

En el ámbito internacional, tal vez los países con mayor influencia y desarrollo en tecnologías ubicuas y su utilización en diferentes contextos –ciudad, educación, salud, etc.– son Corea del Sur, Japón y algunos países europeos como Finlandia, Dinamarca y Alemania. Estados Unidos por su parte, a pesar de ser una de las potencias tecnológicas mundiales, tiene una fuerte protección a la privacidad, lo cual tiene implicaciones a la hora de hablar de ubicuidad, ya que es necesario estar recolectando información personal en todo momento para poder brindar la experiencia de invisibilidad y sensibilidad al contexto, y esto, aunque no imposibilita, si dificulta su desarrollo. (Ubicuidad y RSE, 2009; citado en Vieira, 2013:13).

El Ministerio de Relaciones Internas y Comunicaciones del Japón, quien viene trabajando desde 2003, define a la sociedad de redes ubicuas como una sociedad en la cual “se puede acceder en todo momento y en cualquier lugar a todas las personas y a todas las cosas”. Mientras que, el Gobierno de Corea inauguró un museo en Seúl llamado “Sueño de la ubicuidad” que contiene, entre otras cosas, una imitación de una “casa inteligente”. El diseño incluye un refrigerador interconectado que inicia el reordenamiento automático de artículos alimentarios, sensores inalámbricos y sistemas de seguridad sin contacto (por ejemplo, para la iluminación) y máquinas de lavar inteligentes (las cuales determinan el tipo de lavado que necesitan los diferentes tejidos). Si las viviendas parecen estar adquiriendo inteligencia, también lo hacen las personas con ayuda de dispositivos portátiles inteligentes. Un ejemplo de ello es el “sistema de reloj inteligente”, que ayuda a las personas a recordar que deben llevar consigo ciertos artículos esenciales antes de salir del hogar o de un lugar público (OIT, 2005).

Según algunos de los expertos el trayecto de migración hacia las sociedades de redes ubicuas es progresivo, aunque otros son más escépticos, señalando que el trayecto de migración es más a largo plazo, producirá fracturas y podría exigir un ingente volumen de inversiones en infraestructura y aplicaciones. Por ejemplo, algunos aducen la necesidad de rediseñar completamente los actuales sistemas de gestión, en vez de ir adoptando la tecnología de manera escalonada en el marco de las actuales cadenas de suministro. Por lo tanto, se requeriría, sobre todo en los países en vías de desarrollo, de un cambio de paradigma que conlleve modificaciones importantes en lo cultural y organizacional, entre otros aspectos significativos. Sin embargo, las nuevas tecnologías que configuran y ubican a los nuevos ususarios -sobre todo a la juventud- ya tiene su lugar bien posesionado y representan terrenos interactivos que traspasan los límites del "lenguaje y la cultura", por lo que la complejidad narrativa o del texto dejó paso a la complejidad de diseño; el argumento cedió su lugar al "ambiente sensorial" (Girox, 1976: 163).(Véase Figura 3)

Figura 3:

Será importante considerar, por ejemplo, durante cuánto tiempo los proveedores de servicios deberían retener la información sobre las llamadas, los mensajes y la ubicación de los usuarios. Otra esfera que exige atención es el establecimiento de normas sociales. Se ha señalado asimismo que las TIC han sido concebidas para ahorrarnos tiempo y promover y facilitar la intercomunicación. Pero debemos preguntarnos, con la OIT (2005), si simultáneamente con el desarrollo tecnológico se están forjando prácticas sociales, y qué políticas podría ser necesario aplicar para frenar la propagación de cualquier efecto secundario indeseable, tal como la pérdida de privacidad o un sentimiento de alienación tecnológica. (Véase Figura 2)

El proceso de incorporación de las tecnologías a la educación ha sido lento. En lo que se refiere a las TIC, paulatinamente se ha ido añadiendo la multimedia educativa, con videos y computadoras, se han estado desarrollando modelos de aprendizaje como el electrónico (en inglés e-learning). Sin embargo, un cambio cualitativo dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje solo ocurre cuando se consigue integrar las TIC dentro de una visión innovadora.

La cibernética social ya ha transformado el mundo de la industria de la comunicación, en el que la movilidad, la convergencia y la ubicuidad son factores que marcan un nuevo rumbo en los hábitos de consumo, comunicativos y relacionales. La baja comprensión lectora y la insuficiente producción textual por parte de los estudiantes de la mayoría de los países latinoamericanos en los diferentes niveles educativos, aunado a la escasa competencia formacional debido a la falta de preparación del estudiante para el mundo real y la poca influencia de la escuela sobre el rendimiento académico, donde la familia es más determinante en el rendimiento escolar que la misma escuela (Murillo, 2007; citado en Franco et al., 2012), ponen de manifiesto la necesidad de adecuar la educación tradicional a los aportes de la educación virtual en la construcción de sociedades del conocimiento, que apunta a una democratización de los saberes aun en poder de una élite que excluye y genera desigualdades.

El aprendizaje virtual es la formación a distancia, puesta al servicio de la educación gracias a medios electrónicos. "El aumento y la mejora en la conectividad y la velocidad de Internet provocó hace ya dos décadas el inicio de una revolución educativa, apoyada en el desarrollo de aplicaciones soportadas sobre nuevas tecnologías de la información y la comunicación, que podemos hoy denominar como la etapa del e-learning". (SCOPEO, 2011; citado en Flores y García, 2017).

La inclusión de la Internet como un nuevo medio masivo revolucionario ha hecho que la información que a cada momento se genera, sea administrada y suministrada a millones de consumidores de este medio, pero la misma ha corrido de la mano privada. Facebook, por ejemplo, está desplegando un cable submarino (37 mil kilómetros de cable) desde África (en este caso, desde Sudáfrica), hasta la UE, alegando la necesidad de conectar este espacio que aún adolece de ubicuidad —aunque sabemos bien que su razón es más de conexión marketing que por finalidad social—, y por ende, ha impulsado una democratización (algo forzosa) del conocimiento. Por ahora, este cable es el primero que conecta las costas este y oeste de África, el continente menos conectado de la Tierra. Sin embargo, junto a la red fundada de Mark Zuckerberg, también participan activamente los operadores de 23 países (China Mobile, por ejemplo, es una de las corporaciones que hará uno de los cables que conectará Europa con Oriente Medio y 16 países africanos: véase online en: https://www.eltiempo.com/tecnosfera/facebook-y-china-mobile-haran-uno-de-los-cables-submarinos-mas-grandes-del-mundo-en-africa-497428).

Por otra parte, al desaparecer el límite impuesto por los marcos espacio-temporales dando oportunidad de acceso al conocimiento a un sinnúmero de personas que antes estaban aisladas por su ubicación, la empresa privada contribuye al avance del desarrollo de la sociedad global, donde el impulso del Estado formador, quien también ha cobrado fuerza bajo esta nueva modalidad del desarrollo tecnológico, tenía la primacía; ahora de nuevo, desde sus posibilidades, abierta para dar una democratización educativa, y de esta manera aportar, esta vez, desde el aprendizaje y la enseñanza donde se forja y se refuerza en gran medida la cultura que manejamos. Al igual que el éxito del Sudeste Asiático, cuyo fenómeno, cada vez se reconoce más, fue impulsado por el papel que jugó el Estado, aplicando una mezcla de políticas diversas y flexibles, liderando el mercado, ofreciendo incentivos para impulsar sectores escogidos (Moncayo Jiménez, 2003), los Estados-naciones latinoamericanos necesitan impulsar su competitividad desde dentro, y la recomendación de la CEPAL (2002) concede un lugar destacado al papel que puede jugar la integración económica regional en la potenciación de tales estrategias (citado en Zambrano, 2004).

Quizá el riesgo mayor es que las escuelas y universidades se conviertan en meros ‹‹brazos del Estado››. Cada vez se hace más difícil que la 'educación autónoma' defina su propia agenda de formación educativa, restringiéndose así su tradicional autonomía intelectual y de prestación de servicios. En cualquier caso, lo que vemos es la declinación de la autonomía intelectual y no sólo administrativa de las universidades ante su mayor apertura a las demandas de conocimiento más especializado y sofisticado de la sociedad.

La llegada de internet, la posibilidad de interconexión desde lugares remotos, y la aparición de tecnologías como la Wifi y el Cloud, y más tarde Smart Products genera que los productos, de manera general, por sí solos pierden interés y las empresas se ven afectadas en muchos aspectos, no sólo en los productos, sino también los procesos, sistemas o clientes, así como en su estructura organizativa y modelos de negocio. El intercambio continuo de datos en tiempo real permite mayor flexibilidad y rapidez, lo que incide directamente en la rentabilidad y la productividad. La llamada Industria 4.0 o cuarta revolución industrial (es la de los sistemas inteligentes e interconectados y la trasformación digital) anticipa una mayor efectividad operacional y el desarrollo de nuevos productos y servicios, lo que implica sin duda también el cambio en los modelos y patrones de sus actividades. La amplitud de los cambios es mayor en aquellos entornos en los que la información es más necesaria. De este modo, el resultado es una estrecha vinculación entre la producción de bienes y la generación de servicios. De forma generalizada, se incorporan servicios a los productos, lo que se conoce como servitización de la manufactura. En un paso más, los productos pasan a concebirse como servicios, porque los clientes ya no quieren el producto sino el uso del mismo. Cuando se adquiere, por ejemplo, un smartphone, no se está comprando solo un producto más, sino la posibilidad de usar el WhatsApp, de ver el tiempo meteorológico que hará el fin de semana, o de leer las noticias y revisar el correo electrónico, entre un sinfín de otras aplicaciones como la de comprar online a través de dicho dispositivo.

En este sentido, el cliente demanda soluciones, y surge así lo que se denomina el «sector cuaternario», que se caracteriza por servicios basados en el conocimiento (contenido intelectual, información, investigación, desarrollo, innovación) y con un fuerte componente tecnológico, dando lugar una sociedad de consumo continuo de servicios; es la sociedad de los servicios, donde éstos se convierten en el motor de la economía. Entonces, en la empresa actual, la clave de la productividad no está en modo alguno en la destreza física, por el contrario, la clave está ahora en encontrar la forma de utilizar toda la información que somos capaces de producir para ofertar los productos y servicios más demandados y mejor valorados por los ciudadanos. Y, para ello, se tiene que ser conscientes de que necesitamos otro tipo de profesionales y, por tanto, otro tipo de formación.

En un mundo globalizado y multicultural, abordando proyectos de carácter interdisciplinar, demanda un tipo de perfil profesional que, además de poseer amplios conocimientos en su especialidad, requerirá conocimientos técnicos, deberá demostrar cualidades intelectuales como capacidad de síntesis o de abstracción, y espíritu crítico, y deberá ser un profesional altamente cualificado en habilidades personales. Es lo que los anglosajones conocen como profesionales T-shaped. Se trata de un profesional que se considera adecuado para desempeñar cualquier tipo de función y trabajo; desde puestos que necesitan gran especialización en una sola materia, a puestos en los que no sea necesaria una especialización pero sí la capacidad de coordinar a un equipo multidisciplinar.

El desarrollo e incorporación de las TIC a la formación de profesionales, ha potencializado el uso de entornos virtuales de aprendizaje en línea apoyados en plataformas e-learning en el ámbito universitario a nivel mundial (ubicuidad en la interconexión), las cuales permiten la gestión del proceso de enseñanza-aprendizaje a través de la web (aprendizaje ubicuo). De esta manera, este tipo de aprendizaje ha fomentado la formación a distancia (ubicuidad espacial) frente a un ordenador, ya sea de sobremesa o portátil (aprendizaje móvil) y en cualquier momento (ubicuidad temporal). Estos portales han colaborado en el desarrollo de la creación de plataformas Learning Management System (LMS) que registra usuarios, organiza catálogos de cursos, almacena datos, provee informes para la gestión, incluye herramientas de comunicación al servicio de los participantes en los cursos, facilita la interacción aprendizaje/entretenimiento y el acceso/creación de información virtual, tanto público como privado (ubicuidad transversal).

Esto requiere un nuevo formato de tutorías, de gestión de prácticas que obliga a un mayor trabajo organizativo. Hoy se presentan novedosas alternativas al aprendizaje electrónico a partir de la utilización de la tecnología móvil, es el caso del aprendizaje móvil. (Véase Figura 4). Consideramos que la discusión sobre el “aprendizaje ubicuo” —en el marco de un escenario en donde el uso educativo de TIC comienza a vincularse estrechamente con la movilidad— se encuentra en pleno desarrollo y por lo tanto se trata de un campo en formación. Esta ubicuidad ha transformado la forma de trabajar, socializar, llevar nuestra vida familiar, así como el proceso de la educación, como por ejemplo, el diseño gráfico, el memorizar, evaluar y aprender.

Enfocar el “aprendizaje ubicuo”, cuyo uso de herramientas propias de los dispositivos móviles y las redes sociales, integrando adicionalmente, las posibilidades expresivas de diferentes textos (lingüístico, icónico y audiovisual), debe ser el norte educacional actual. La escuela tradicional debe transformarse, buscando entender todos estos procesos de interconexión más allá de incorporar la tecnología para no desaparecer.

Figura 4:

El caso de Cuba es significativo, puesto que existen múltiples experiencias en la utilización de plataformas de aprendizajes aplicadas al proceso docente, pero ha sido Moodle la preferida por sus bondades tecnológicas y pedagógicas que demanda la alta tasa de alumnos que incursionan en las ciencias de la salud en dicho país. Muchas instituciones universitarias cubanas disponen de una plataforma interactiva Moodle con gran experiencia en su uso como son la Universidad de La Habana (http://moodle.uh.cu), la Universidad de Pinar del Rio (http://moodle.ceces.upr.edu.cu), la Universidad Central de las Villas, la Universidad de Cienfuegos (http://moodlepregrado.ucf.edu.cu/), la Universidad de Holguín (http://moodle.uho.edu.cu), la Universidad de Ciencias Pedagógicas, el Instituto Pedagógico Latinoamericano, la Universidad de Oriente entre otras. (Fernández y Rivero, 2014:215).

Una investigación realizada por el Observatorio de la Formación en Red (SCOPEO) adscrito a la Universidad de Salamanca España, en un análisis comparativo de las herramientas contenidas en las plataformas virtuales de código abierto (Claroline, Moodle, Sakai, Dokeos, Ilias, LRN) utilizadas en un conjunto de universidades españolas, constató que todas las plataformas analizadas cuentan con las funcionalidades básicas; sin embargo, Moodle y LRN fueron las plataformas que más funcionalidades exhiben con un 82 % de funcionalidad. Los resultados del estudio generado por los investigadores citados, pusieron de manifiesto que las plataformas gratuitas de código abierto son las más utilizadas.

● UTILIZACIÓN DE CONOCIMIENTOS E INVESTIGACIÓN

Esta tecnología es propicia para la formación del profesional (T-shaped) que demanda el mundo actual; una combinación de habilidades transversales con conocimientos específicos profundos facilita la adaptación a diferentes disciplinas y la interrelación de conocimientos de distintas áreas. Este tipo de profesional (véase Figura 5) posee una visión con una perspectiva completa de la organización, lo que le permite establecer relaciones entre diferentes áreas de la misma y le facilita la coordinación de equipos multidisciplinares.

Figura 5: Áreas, Habilidades y Conocimiento del Profesional Actual en el Campo Empresarial del Siglo XXI

Nadie puede negar que la tecnología ya se ha filtrado en la mayoría de los aspectos de la vida humana. Los teléfonos móviles y la red Internet —los modelos de éxito más ejemplares de nuestra industria hasta el día de hoy— sólo se encuentran en sus comienzos. Al parecer la próxima etapa de las comunicaciones “ininterrumpidas” será el surgimiento de nuevas tecnologías y redes ubicuas, tales como la tecnología de identificación por frecuencias radioeléctricas (RFID), las cuales auguran un mundo de dispositivos interconectados que ofrecen información y contenidos a los usuarios, cuya localización ya no está limitada. Ésta es la noción de unas comunicaciones “en todo lugar y en todo momento, por todas las personas y todas las cosas”.

La manera en la que Internet ha cambiado la vida y las profesiones de las personas en todo el mundo en los últimos años, así como la forma en que es percibida, al punto de que ya todos somos parte de una ‘ideología Internet’, fundada en la ciberutopía, en la glorificación de la tecnología, a la vez que ya confiamos demasiado en el ‘solucionismo’ tecnológico de la Red para resolver ‘los problemas del hombre y del mundo’, ha sido planteada por estos pocos investigadores sociales navegantes de del ciberespacio, quienes reflexionan sobre estos aspectos y cuestionan el por qué las universidades y centros de enseñanza superior no han hondado en esos temas acuciantes para el mundo actual, puesto que deberían ser las promotoras del universo ‘transmedia’ en el que nos vamos sumergiendo paulatinamente. Entonces, las universidades públicas se están quedando obsoletas en forma y contenido, les está alcanzando la brecha digital sin reaccionar ni evolucionar hacia una mirada de la tecnología digital amigable del conocimiento y la práctica de la investigación, especialmente en la dirección de lo que se denomina ‹‹prácticas de análisis simbólico aplicados›› (Brunner, 1996), la cual debe adecuarse a estas mutaciones del modo en que la investigación como tal está cambiando.

Por otro lado, la necesidad de apropiación social del conocimiento (Ver Figura 6) conlleva el uso de la televisión y el video, así como la utilización de libros electrónicos, el software educativo y la video-clase, el cual debe propiciar el inicio de transformaciones importantes en las formas tradicionales del proceso enseñanza aprendizaje. Mientras la educación formal no realice este cambio, no se puede esperar ningún avance en el aprendizaje ubicuo, máxime cuando necesita de adecuación de dicho aprendizaje a través de las plataformas virtuales que permitiría en cierta medida asumir la impartición de las carreras a los estudiantes nacionales, compensando así la falta de profesores necesarios para enfrentar el nuevo reto en la formación de recursos humanos competentes que demanda la realidad nacional y la sociedad global.

Figura 6: Apropiación Social del Conocimiento

La construcción de sociedades del conocimiento que apunta a una democratización de los saberes aun en poder de una élite que excluye y genera desigualdades, al igual que con el impulso tecnológico y el avance en temas sociales y éticos, que ayudan a que a través de procesos de Apropiación Social del Conocimiento se retroalimente, quedan reflejados en las plataformas virtuales al servicio de la educación que ya se están ocupando, en una mayor cobertura, de ofrecer dicho servicio a nivel técnico, a fin de generar la necesaria calidad educativa de esta modalidad. (Sinisterra, 2008).

Virtualia, por ejemplo, es la primera Escuela Virtual de Agentes de Cambio para la Apropiación Social en Conocimiento Tecnológico, en Colombia, implementada por el Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación (COLCIENCIAS). Se centra en la generación de iniciativas de formación dirigida a diferentes actores del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación con los enfoques de Apropiación Social del Conocimiento y de Desarrollo Humano. (VIRTUALIA, 2014).

Otro portal de ASC es el de PCIS UNIMINUTO (2017). Esta plataforma sirve de apoyo para la generación y transferencia del conocimiento del saber colectivo, que surge en la interacción entre los investigadores, las comunidades, los estudiantes y empresas en el marco de un proyecto o reto de innovación identificado, generando aprendizajes y prácticas que transforman la realidad.

Igualmente, se promueven desde diferentes universidades, desde sus vicerrectorías de Investigaciones, Foros virtuales como una reflexión propositiva para la apropiación social del conocimiento, y los cambios que han generado y qué sigue en vigencia desde las aulas presenciales.

El desarrollo continuo de las nuevas TIC y su aplicación en el campo de la enseñanza universitaria, abren potenciales insospechados que obliga a la reorganización y evaluación de los medios creados hasta la fecha, la búsqueda de cambios estructurales y funcionales y la gestión de nuevos sistemas de comunicación e información que incrementen el alcance y la calidad del proceso docente-educativo, así como los nuevos roles que asumen los estudiantes y docentes de estas plataformas como una nueva generación que asume nuevas lecturas y posiciones frente al conocimiento.

En los ámbitos de la realidad extendida, como la realidad virtual o los metacampos de las ciencias, con queremos que se produzcan los avances científicos y tecnológicos que permitan mejorar la calidad de vida y solucionar algunas problemáticas emergentes a nivel global que deberán ser resueltas con los avances en la frontera del conocimiento, se conjugan tres elementos que son primordiales para el progreso de todas las sociedades. Por un lado, un nuevo impulso del conocimiento científico y su divulgación; por otro, la inminente e imparable digitalización de muchos de los sectores cuyas actividades eran previa y esencialmente presenciales; y en último término, los avances sociales que son necesarios para que este proceso de cambio se produzca. Una circunstancia vital tan crucial debe llevarnos a pensar en cómo estos elementos, de modo transversal, pueden cambiar el modo en el que percibimos el mundo y nos relacionamos con la información y entre nosotros mismos.

Y es ahí donde el rol que juega la educación, la ciencia, no puede obviar la poderosa herramienta de comunicación y divulgación que le ofrece la tecnología en todas sus variantes. La tecnología digital puede ofrecernos nuevos mecanismos de representación y de interacción con la información que puede aplicarse a la visualización de la ciencia, haciéndola avanzar. Además, su difusión virtual, online o e-learning llega sin impedimento alguno, allí, donde el estudiante o demandante no podía acceder, fuera por dificultad física (de acceso aislado, es decir apartados del aula de clase, por incapacidad fisiológica de movilización) o porque sus horarios no le permitían debido a que colisionaba con el de trabajo, o cualquier otro impedimento de movilidad (la carencia de servicio de transporte, por ejemplo). El cambio global, aunque -agudizado por la crisis financiera, social, política y energética que agobia actualmente la economía mundial, generando nuevas contradicciones en el tratamiento del mismo, es igualmente un cambio humano.

Se configuran, entonces, no sólo rupturas como se ha visto, sino igualmente ‹‹intersticios›› por donde penetrar al acceso cultural para construir ‹‹otras visiones››, las cuales deben ayudar al desarrollo del colectivo global y del individuo como ser racional y socializado, quien debe capacitarse en el aprendizaje digital y en las prácticas del análisis simbólico aplicados, en vista del quiebre educativo tradicional y la incapacidad del Estado para proteger a los ciudadanos y ofrecer una imagen de futuro, flexible, permeable y adaptable a las condiciones complejas y cambiantes de este siglo.


Consideraciones finales

Los nuevos perfiles y competencias dentro de las nuevas convergencias digitales (ver Figura 1), pone de manifiesto que en nuestros países uno de los factores que inciden de manera importante en la debilidad manifiesta, tanto de las instituciones públicas como del sector empresarial, es el bajo nivel de formación de su personal y la insuficiente capacitación para emprender procesos de innovación. Esta dolencia, cuya importancia y significancia debería ocupar a los investigadores sociales de nuestro tiempo, es más acentuada en la Venezuela actual, donde el capital intelectual existente en el país es subutilizado, y los mejores recursos humanos tienen una tendencia creciente a emigrar del país.

Lo aquí visto invita, por un lado, a reflexionar sobre la ubicuidad desde el ámbito del lenguaje comunicacional emocional, ya que las emociones son otra forma de pensamiento y de lenguaje (Nussbaum, 2008; citado en Henao, 2019), que ayuda a comprender cómo entre el sujeto y el otro hay un continuo; y, de otra parte, a abordar el ámbito de la comunicación y de la educación desde la necesidad de adaptarse al nuevo contexto sociotecnológico y cultural, en el que la movilidad, la convergencia, la ubicuidad son factores que marcan un nuevo rumbo en los hábitos de consumo, comunicativos y relacionales.

Con los cambios en las tecnologías de información, los procesos educativos encuentran oportunidades para modificar sus prácticas en busca de mejoras en diferentes aspectos como calidad, cubrimiento, personalización, entre otros. En el futuro, los sistemas de localización inalámbricos también podrían determinar la ubicación del usuario y utilizar esa información para la adopción de decisiones. Pero, los países –la gran mayoría de los países del Tercer Mundo– en los cuales no hay acceso a las TIC, quedan aislados, desinformados, desubicados, huérfanos de comunicación y de educación actualizada, competente y liberadora.

Para el marketing todos actualmente, tenemos la posibilidad de acceder a una gran cantidad de información en cualquier lugar o cualquier momento, interactuando con otras personas que comparten nuestros mismos intereses, incluido expertos eruditos en esa área, lo cual genera una estructura para el aprendizaje tan compleja, por la variedad de fuentes. Pero, lo cierto es que, en opinión de muchos especialistas, lo que se conoce como aprendizaje ubicuo es sólo circunstancial, puesto que este tipo de aprendizaje está ajustado al tiempo, y anclado a una necesidad, un problema o una situación específica e inmediata, y aunque forma parte de una cotidianidad y esta nueva forma de aprender, está difuminando la brecha entre el aprendizaje formal e informal, no llega a toda la población.

Datos aportados por la Cepal (PENCIS, 2021) muestran que en la región hay todavía grandes brechas por cerrar en materia del acceso digital. Tal es el caso, por ejemplo, de la brecha entre Nicaragua, que tenía el menor número de usuarios por habitantes; y Chile, el mayor. Esto se dio pese a que Nicaragua tuvo la segunda mayor tasa de crecimiento promedio anual y Chile una de las menores entre diecisiete países considerados. La brecha entre esos dos países, que alcanzaba 31 puntos porcentuales en 2006, aumentó a 56,5 puntos porcentuales en 2014. Por el contrario, el crecimiento en el Ecuador y, sobre todo, Venezuela, Colombia y Bolivia fue suficiente para mejorar significativamente su posición en el contexto regional. Sin embargo, ya conocemos la historia de lo que pasó después con Venezuela por diferencias políticas irreconciliables, tanto a lo interno como a sus relaciones internacionales, cuyas diatribas llevaron a un brutal ‹‹bloque económico››, considerado “criminal” por el impacto inhumano que han tenido las sanciones de EEUU y la UE contra el país, que aún persiste hoy día.

La sociedad digital es una oportunidad si se dispone de banda ancha en todo el territorio como sucede en los países desarrollados, que sin ser su cobertura del 100%, si se tiene un acceso del 90% de la población que vive en las ciudades, y se tienen Planes de Desarrollo Rural Sostenibles para incorporaban y dotar de infraestructuras sanitarias, docentes (con adaptación a la revolución digital), telemáticas y de comunicaciones y transportes adaptadas al medio, con el fin de incentivar la recuperación y estabilización demográfica rural y conceder las oportunidades sociales, culturales, formativas, laborales y de ocio. (Serrano, 2020).

En este sentido, Francisco Rui Cádima (2015) reflexiona sobre la necesidad de que haya un control de Internet, sobre todo imprescindible para los intermediarios digitales, ya que se trata de un área que no tiene regulación legal y no se vislumbra siquiera voluntad política para actuar en esa materia, a pesar de las amenazas potenciales que representa la falta de supervisión de estos intermediarios, cuyo análisis hace énfasis en cuestiones de acceso, de búsqueda y de privacidad en la red, para una identificación de prácticas críticas, asociadas a la cuestión del control de las voces en un tiempo de emergencia de lo deliberativo y de los movimientos sociales. Además, son analizadas las ambivalencias de lo digital, como obstáculo de exclusión en el nuevo paradigma para las dinámicas sociales autónomas en lo digital, y también como una especie de censura invisible que modela el nuevo sistema, su abertura y democratización.

En cuanto a las prácticas propias del analista simbólico, concebimos estas no como un acervo de conocimientos sobre una cultura meta sino como un conjunto de recursos, esto es, habilidades concretas relativas a las tres dimensiones que pueden descontextualizarse, aislarse y listarse, de manera que pueden definirse en términos de dominio y, sobre todo, pueden ser objeto de enseñanza-aprendizaje gracias a actividades adecuadas. Estos recursos se activan en situaciones concretas, cualesquiera que sean los aprendizajes profesionales implicadas en el ámbito de su competencia. Esto, además, supone concebir su incorporación al aprendizaje universitario, puesto que sus componentes ya no se relacionan con una cultura concreta, sino con la totalidad de las mismas en virtud de la avasallante hegemonización de la cultura digital.

En suma, tal como lo destacó Brunner (1996) hace ya un cuarto de siglo, pero que aún sigue reflejado en el cariz universalista de la realidad global de muchos países, parece haber llegado el momento en que el conocimiento deja de ser el dominio exclusivo de los intelectuales y sus herederos más especializados –investigadores y tecnócratas- para convertirse en un medio común a través del cual las sociedades se organizan, cambian y adaptan. Pero, qué pasa con los usuarios cuando no están capacitados para el manejo de la avalancha de información digital o ubicua, para acceder, discernir y controlar tal avance mediático, donde lo importante es que la práctica totalidad de referencias disponibles entren en un mismo 'saco' en el que lo único que las distinga entre el artículo y la línea editorial, entre la opinión y el paper académico, entre lo contrastado y lo especulativo sea el número de veces que ha sido compartida en la red. A partir de ahí, para Gómez de Ágreda (2018), una vez suplantado el papel de la información rigurosa, cualquier cosa vale.

Toda esa desinformación, tergiversación, manipulación o falsas noticias (fake news), de la mano de los gigantes digitales (Google y Facebook), dependiendo de cómo uno quiera llamarlas, crea un ambiente de desconfianza. Está de moda hablar, desde los ámbitos de aplicación de la técnica, de bioética, por ejemplo, hacer códigos y protocolos éticos, pero todos ellos son como un ‹‹muro de contención›› dispuesto a conveniencia que, en el momento en que hay intereses de Poder (corporativos, por ejemplo), vienen cambiados o justificados a intereses superiores.

Hablamos exclusivamente de los medios de comunicación, y muy poco de los fines para lo que son empleados. Hoy en día asistimos, por lo tanto, y al multiplicarse de códigos deontológicos que quedan inutilizados o sometidos a una interpretación meramente legalista, a una proliferación de los proyectos internacionales que tratan de identificar las fuentes mediáticas, o de información del conocimiento, más confiables. Sin embargo, a criterio de Elena Postigo (2018), “la producción técnica, a la que antes se exigía prudencia, ahora está volcada directamente a la acción; mientras que –por el contrario– a la proclamación del saber, la sophía, se le exige no ya la máxima prudencia a la hora de comparecer dogmáticamente, esto es, al afirmarse, sino un cierto grado de opacidad en la proclamación de lo absolutamente obvio”.

Visto así, el apoyo jurídico no debe estar al margen de una imparable revolución tecnocientífica que ya está afectando y lo seguirá haciendo a los derechos básicos de la ciudadanía, sino enfocada al usuario, en vista de que la identidad personal es también un resultado de trayectorias históricas y contingentes, hechas posibles en una mediación técnica, por lo que no deben quedar sometida a las perspectivas deterministas, sino hacerse más cercano al ciudadano y promover una divulgación mediática no sólo más constante, sino también más sana.

La disrupción tecnológica está generando una permanente adaptación de las organizaciones al ritmo de los cambios tecnológicos, por lo que aquellos sectores (empresariales, educacionales y organismos especializados) que se cierren a dichos cambios serán desplazados del mercado como consecuencia de su inadaptación, manteniendo –como una postura conservadora-, su antiguo rol –la producción de conocimientos para ser usados por terceros-, que está cambiando rápidamente. Para evitar este problema es necesario humanizar la tecnología haciendo que su acceso sea sencillo, justo y barato, y venga acompañado de formación y pedagogía en torno a los usuarios.

Este giro hacia los usuarios se manifiesta incluso en América Latina, donde las redacciones nativas digitales están innovando a pesar de las fuertes barreras tradicionales: una oligarquía de poderes políticos, empresariales y mediáticos opuesta al cambio, la carencia de capital privado para innovar, la falta de Organizaciones No Gubernamentales (ONG) locales, la ausencia de una cultura filantrópica privada y la baja conectividad digital existente en muchos países. Las mismas universidades tendrán que aceptar que ya existe no un derecho tecnológico y un derecho científico exclusivos de ellas, con sus principios y peculiaridades, en relación a la producción del conocimiento, a partir del cual hay que seguir avanzando en el derecho de extensión de tales servicios hacia la inclusión de toda la colectividad global, mediante nuevos instrumentos de intercambio y mecanismos de intermediación, neutrales y respetuosos con los valores y Derechos de la Ciudadanía fundamentales, a fin de reforzar y renovar la confianza de los ciudadanos y las empresas.

Cada uno de esos estímulos genera una adaptación tácita de los investigadores que, en el fondo, supone –y también es forzada por las circunstancias- acompañar cada una de esas posturas destinadas a aumentar la relevancia de la investigación para las políticas, y sus medidas descansa sobre la premisa implícita de que el conocimiento puede ser aplicado directamente a la solución de problemas cotidianos mediante un efectivo diseño y orientación de su producción, por lo que el modelo ingenieril debe, en este sentido, basarse en el uso de las tecnologías del ciberespacio, lo cual exige la adopción de nuevos mecanismos, instrumentos e infraestructuras para armonizar y compartir información coherente y útil que permita a las instituciones dar respuestas coordinadas a nivel local y globales, fundamentalmente cuando reflexionamos sobre el avance en el campo de las tecnologías de la información, la ciencia, la realidad virtual y la inteligencia artificial.

A partir de la segunda mitad del siglo XX algo nuevo apareció en la percepción del mundo, de los valores de la vida y los presupuestos del desarrollo. Asistimos a la crisis de los paradigmas del cambio, especialmente de aquellos proyectos globales de cambios. Para comprender los cambios en curso necesitamos centrarnos principalmente en el ser social, en las prácticas sociales, en los imaginarios colectivos, En otras palabras, la resistencia –porque la hay, tanto de los radicales que se niegan a cambiar y adoptar las nuevas formas de innovación tecnológica del aprendizaje, como de los que se resisten a la transculturización y enajenación humana o deshumanización- debe tener una función reveladora, que contenga una crítica de la dominación y ofrezca las oportunidades teóricas para la auto-reflexión y la lucha en el interés de la emancipación propia y de la emancipación social, entendido esto como una valiosa creación teórica e ideológica que ofrece un importante enfoque para analizar tales cambios.

En un nivel filosófico, debe enfatizarse que la resistencia como una categoría teórica, rechaza la noción positivista de que la categorización y el significado de la conducta son sinónimos, con base en la lectura literal de la observación de la inmediatez de una expresión. Por ello, la resistencia necesita ser vista desde un punto de partida teórico que vincule a la manifestación de la conducta con el interés que ésta contiene. En otras palabras, el concepto de resistencia conlleva una problemática gobernada por supuestos que cambian el análisis de la conducta de oposición de los ámbitos teóricos del funcionalismo y de las corrientes principales del pensamiento filosófico, por los del análisis político.

Se conforma, en definitiva, un horizonte de bienestar que tiende a una transformación del modelo económico basado en la gestión de datos y símbolos, el proceso de información y la inteligencia colectiva. Una nueva economía de manejo de la información y análisis de los datos y símbolos. Uno de los principios básicos de la nueva economía emergente es la posibilidad de convertir los datos digitales en ingresos. Hoy, de forma natural, la economía del conocimiento y el bien común forman parte de un ecosistema muy fructífero: el del mundo digital. La nuevas formas de ganarse la vida, disfrutando a su vez de la experiencia digital que implica navegar en la red por el mero hecho de vivirla, sin que el trabajo signifique sufrimiento, llegó para quedarse.

Finalmente, y al hilo de la actualidad, vale resaltar que no basta repensar el aprendizaje, la Educación, los computadores y el software; es necesario también saber lo que se pretende con la Informática en la Educación, es decir trazar objetivos concretos que busquen metas factibles y pertinentes al desarrollo local y humanista, apoyada en la metodología y en la capacidad de hacer cultura en la periferia, con el efecto multiplicador de ese gran potencial transformador que son las nuevas tecnologías, y después de cuatro años de un aluvión de sanciones económicas a nuestro país por parte de la administración Trump, y una crisis económica que no cesa, una crisis social que nos mantiene empobrecidos a la mayoría de los venezolanos, y una crisis política indisoluble.